Luego de varios meses de jugarle a la película de suspenso, la Sumisa Corte de Injusticia decidió poner en libertad ayer a Florence Cassez, la francesa acusada de secuestrar a quién sabe cuántos mexicanos. Como si todos los reportajes de televisión, como si todos los capítulos de La Rosa de Guadalupe inspirados en el tema no fueran suficientes para refundirla en el tambo de por vida, la Corte decidió que valía más apegarse a lo que dice la ley, que dejarse llevar por la voz del corazón, que todos sabemos es mil veces más acertada y además, agrada en mayor medida a Diosito.
Con el argumento idiota de que no se respetaron los derechos fundamentales de la detenida (¿qué derechos puede tener una secuestradora, pregunto?) los jueces se ablandaron y la pusieron en libertad. El mismo pretexto idiota de los derechos humanos. Por favor. Los derechos humanos son para los humanos, ¡no para las secuestradoras!
Y por supuesto, no faltan las voces de los amargados de siempre, insistiendo en el cuento de que si García Luna no hubiera armado el montaje de la detención de Cassez, ésta no estaría hoy en la calle. No se puede ser tan necio, deveras. ¿Qué tiene que ver el montaje? Al contrario: si no hubiera habido montaje, probablemente Cassez nunca hubiera pisado la cárcel. Ya es tiempo de que la izquierda pejista entienda que por encima de la ley, debe estar el interés superior, y ése lo define el Estado. En otras palabras: aquí había que haber mantenido a Cassez en la cárcel, porque era secuestradora, sin importar cuántas leyes se hubieran tenido que violar para conseguirlo. Heil Hitler!
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