No puedo negarlo, me gusta Twitter. Me gusta enterarme en esa red social de lo que pasa en el mundo, pero principalmente me gusta enterarme de lo que dicen de mí ahí. Soy uno de los tuiteros más populares, y por lo mismo siempre estoy en boca de todos, así sea para mentarme la madre. Qué se le va a hacer. Como dijera el clásico: que hablen mal de mí, pero que hablen.
Pero una cosa es ser el hazmerreir y la burla de todo Twitter -o, al menos, de los que no son serios-, y otra muy diferente es la campaña de verdadero odio que se ha lanzado en estos días contra el Ciudadano Presidente, el Señor Licenciado Enrique Peña Nieto. ¡Cuánta inquina, cuánta miseria moral, cuánta agresividad!, contra un político cuyo único pecado es no tener manera de justificar sus cuantiosos bienes. Se le acusa a Peña de ratero. Carajo, ¿qué político no lo es? Si nos vamos a poner exquisitos y a hacerle caso a esos fundamentalistas de izquierda que todo lo quieren arreglar con ética y moral, jamás avanzaremos. El país no saldrá del subdesarrollo con valores.
Hubo quienes se burlaron hasta el cansancio de la pifia del Presidente por no saber el nombre del IFAI; pero hubo también el odio de quienes viven para odiar, exigiendo que Peña explique quién y por qué le donó los terrenos y las casas que declaró. ¿Están enfermos, desquiciados? Me temo que sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario