jueves, 17 de enero de 2013

Pasados de lanza

Como perros que ladran porque no tienen nada mejor que hacer, el coro de críticos del círculo rojo se la han pasado señalando la supuesta opacidad de la declaración patrimonial del Presidente Peña Nieto. Ignoran estos criticones por sistema que si el Presidente rindió su declaración de bienes no es porque la ley así lo obligue, sino fundamentalmente porque es un acto de honestidad y transparencia, de verdadera buena fe de quien ganó las elecciones el año pasado.

Si Peña Nieto hubiera querido, habría podido pintarles caracolitos a los amargados que todo exigen y no cooperan. ¿Quién habría sido el valiente que habría insistido en conocer las propiedades del Presidente? Ante la negativa suprema, muchos envidiosos se habrían quedado con las ganas de conocer cuántas casas tiene el Licenciado Peña Nieto, para mayor bilis de quienes apenas tienen una covacha de interés social en donde amontonarse con sus 25 hijos.

Los mexicanos son muy injustos, muy mezquinos con este acto de generosidad del Presidente, quien nos permite conocer de qué bienes es dueño.

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