Cuando uno tiene la fortuna de ocupar un cargo público, queda claro que se requieren sacrificios. Es de sobra sabido que el hueso, que diga el servicio a la patria demanda desvelos, afanes, luchas incansables... de lunes a viernes de 8 a 4, claro está, ¡ni que fuéramos cualquier emplea-gato muerto de hambre! Y es que el combate a la pobreza es una labor agotadora. Yo ni idea tenía de que había tantos pobres en el país; si lo hubiera sabido a lo mejor pido más sueldo.
Pero no es sólo que los pobres sean demasiados. Es que, aunque parezca increible, hasta entre los más jodidos hay clases. Ahora resulta que los seguidores de López Obrador van a formar un nuevo partido. Se los juro que cuando me enteré no lo podía creer: ¿de veras es gente de izquierda esa que anda toda fachosa, chancluda, fodonga y legañosa? Yo hubiera jurado que toda la izquierda era gente como uno: culta, viajada, liberal, leída y escribida...Pero no, con la novedad de que también hay una izquierda prieta, a la que por ese motivo les queda que ni pintado el nombre de Morena para su partidito. Oh my God.
Por lo visto, ya México no es como antes. Se acabaron esas benditas divisiones sociales que nos separaban a la gente bonita, a la izquierda nice, de la perrada. Cierto, el pensamiento de izquierda propone que todos somos iguales... ¡pero hay algunos más iguales que otros! No me chinguen.
Juar, juar, juar. Bien podría agregar: “Ahumarse la cola tiene sus ventajas”.
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